En otro cuerpo
Un rayo de sol atraviesa la ventana. Ya hay luz: debo despertar. Justo lo que estaba esperando, que la luz del día se hiciera presente. Siento un impulso irreprimible de levantarme y cual resorte de cama vieja salgo disparado de la cama.
¿Disparado?
Me pregunto por qué no me siento cansada, agotada como cada mañana. Porqué sentí el impulso de levantarme a la cocina para servirme un gran plato de cereal con leche y plátano.
La leche me cae mal desde ha algunos años, pienso.
Bajo de la cama y observo unos pequeños pies, suaves, regordetes. Esos pies perfectos, casi como los de un ángel, sostienen un pequeño cuerpo. Asustada, sorprendida es poco, toco ese cuerpo que no es mío. ¿Qué les pasó a mis manos? Son tan suaves y pequeñas.
¡Ay! ¿Seguiré soñando?
Salgo de la habitación y una voz sale de mí y grito:
-Mamáááááááá
Exijo mi tazón de cereal. El día se extiende amplio, ancho y luminoso frente a mí.
Mi cuerpo y mi mente sólo piensan en ir al parque. Quizá papá me compre un helado de vainilla, por supuesto, mi favorito. Por ahora me urge sentir el viento y mecer mi cuerpo en un columpio. Estoy aprendiendo a mecerme parado.
Después mis piernas exigen correr y correr detrás de una pelota.
Todo mi cuerpo es pura energía: la luz del día y el sol allá afuera me esperan y yo sólo les respondo el saludo con un rugido: ¡Grrrrrrrr!
Tatiana C. @CerezasRock
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